La Facultad de Ciencias Médicas ofrece testimonio de la renovación que protagoniza avenida Francia y su desarrollo en los últimos años como corredor urbano
Además de su gran relevancia como entidad educativa formadora, la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario siempre representó un importante mojón urbano. Ubicada en Santa Fe al 3100, está inscripta en Pichincha (Alberto Olmedo), aunque su halo de influencia repercute en el barrio Luis Agote. Su cercanía con otras facultades, con la Terminal de Ómnibus y el Mercado del Patio consigue un funcionamiento con características particulares dentro del Distrito Centro de la ciudad.
Este establecimiento educativo corta el recorrido de la avenida Francia y se convirtió en testigo de la transformación que está protagonizando esa importante arteria. Ese tajo urbano está integrado por un conjunto de cuatro manzanas vinculado por calles y pabellones internos, entre dependencias, áreas verdes y jardines. En ese conjunto se destaca el Hospital Provincial del Centenario, centro de salud referencial para los rosarinos.
Antes, Francia servía para delimitar el radio de ascendencia de la zona céntrica de la ciudad. Ahora, impulsada por las autoridades municipales, la avenida va adquiriendo rasgos de corredor urbano, donde se está afirmando su rol de comunicador vial y se están multiplicando la cantidad de edificios y de oportunidades de inversión en dentro de su geografía heterogénea.
Ese cambio de fisonomía derivó en la aparición de grandes focos de atracción para el mercado inmobiliario rosarino, que mira cada vez con más interés el crecimiento de Francia, desde Pellegrini hasta el río. Incluso, algunos analistas urbanos la definen como un eje de oportunidades urbanas a explotar, muy cerca del centro.
Si bien los alrededores de la Facultad de Ciencias Médica exhiben un tinte barrial muy perceptible y disfrutable, lo cierto es que es este enclave que reúne varias instituciones educativas y el Hospital Provincial del Centenario el que imprime un impulso urbano más agitado, con una lógica propia, relacionada esencialmente a los horarios de clases.
Los fines de semana esa frecuencia urbana baja y se reconcilia con sus orígenes y tradiciones. Pero es pacto tácito cae abatido cada lunes por la mañana.
Esta facultad pública no requiere examen de ingreso, y esa política de puertas abiertas la convirtió en una de las más elegidas del país (detrás de Buenos Aires). Por eso siempre se ven estudiantes, de diferentes puntos del país y del exterior, que llegan a la Terminal del Ómnibus y buscan vivienda en las cuadras más cercanas. Esa postal se repite y muestra también otra veta singular de esa cotidianeidad.
Esa apuesta integral que incluye la facultad, el hospital y otras entidades educativas, a lo largo de los años, generó camadas de profesionales en la ciudad que acercaron las políticas sanitarias al estado, siempre con la garantía de la salud pública como premisa.
Creció con la ciudad
Este complejo educativo sanitario tuvo sus orígenes en la intención de festejar el primer centenario del país, y también respondió a los requerimientos que imponía el crecimiento poblacional que exhibía la sociedad rosarina. En abril de 1910, Cornelio Casablanca, un financiero y político que tuvo una activa labor comunitaria en Rosario, impulsó la creación del Hospital Centenario y una Escuela de Enseñanza Médica en la ciudad, muy relacionados entre sí.
El 24 de mayo de ese año se colocó simbólicamente la piedra fundamental, sobre avenida Francia. En ese lugar, al siguiente año arrancaron las obras.
En octubre de 1919, ya concluida la construcción, con el influjo de la reforma universitaria, la casa de altos estudios funcionó bajo la autoridad de la Universidad Nacional del Litoral, junto a otras 7 facultades, hasta el año 1968.
El 9 de abril de 1920, el vicepresidente del directorio del hospital, Casiano Casas, entregó formalmente el edificio. Y unos pocos días después, el 29 de mayo de ese año, se desarrolló un acto de inauguración.
Según consta en los registros de la facultad, el primer decano fue José Benjamín Ábalos, y la primera clase en un aula la dio el 1° de junio, a las 8 de la mañana, el profesor titular de la cátedra de Histología Normal y Embriología, Tomás Cerruti.
En la segunda mitad de la década del 60, teniendo en cuenta el importante crecimiento de la sede Rosario de la Universidad Nacional del Litoral llevó a crear la Universidad Nacional de Rosario, una propuesta que se formalizó en 1968. Esa estrategia se basaba, entre otras cuestiones, en usar la estructura académica que ya poseía la Universidad Nacional del Litoral.
Ya con la Universidad Nacional de Rosario como ámbito de integración y pertenencia, nació la Facultad de Ciencias Médicas, uno de los puntales de referencia esenciales en la apuesta de otorgar a Rosario una universidad pública de calidad, más cercana a sus habitantes.
En más de un siglo de vida, entre sus impulsores de destacaron Cornelio Casablanca, José Castagnino, Ciro Echesortu, Lisandro de la Torre, José García González, Enrique Astengo, y Santiago Pinasco. Ellos llevaron adelante las banderas de la lucha y la renovación, que ayudaron a enfrentar _desde el fervor estudiantil_ etapas de censura y restricciones.
A la carrera de medicina se le incorporó, en 1940, la de enfermería, y en 1985 la de fonoaudiología. En la actualidad, la oferta educativa incluye 26 carreras de especialidades, 3 maestrías y 2 doctorados.
Con un recorrido que provocó un gran reconocimiento, la facultad _desde lo educativo y lo urbano_, se convirtió en sinónimo de identidad y orgullo. Y ahora se posiciona como inalterable telón de amparo de nuevos corredores urbanos en la ciudad.
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