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#Barrios de Rosario

La Plaza López, dueña de historias y de un verde inspirador

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Ubicada en el Distrito Centro, esta manzana y media ostenta un gran valor urbano y ofrece una gran variedad de árboles

La Plaza López es una de las plazas más antiguas y representativa del Distrito Centro de Rosario. Su carga histórica, su ubicación geográfica y su inserción en las costumbres diarias de los vecinos, la transformaron en una zona con características propias, muy buscada en el mercado inmobiliario. Es un hito verde de una manzana y media, un auténtico pulmón, que es valorado por las vistas que multiplica y por los usos recreativos que alberga bajo una gran cantidad de árboles. La generosidad de esa espesura está grabada a fuego en la memoria emotiva de quienes patearon sus infancias entre sus sombras apaciguadoras, corriendo pelotas, aprendiendo a andar en bicicleta, o juntando valor para sacar la sortija en la siguiente vuelta de la vieja calesita. O intentando subirse para conquistar su tradicional fuente, antes que alguna reprimenda atente contra ese halo mágico, que sigue merodeando.

La plaza está situada en la zona del macrocentro rosarino, se encuentra inscripta entre las calles Pellegrini, Laprida, Buenos Aires y por la cortada Alfonsina Storni, y pertenece al barrio República de la Sexta. Por su tamaño y su fisonomía, la Plaza López consigue calmar el ritmo que impone la avenida Pellegrini, antes de llegar al río. Baja el pulso urbano de una arteria que congrega uno de los principales polos gastronómicos de la ciudad. Sus bares, restaurantes, cervecerías, y heladerías son un foco de atracción que lo convirtieron en un paseo obligado y en sede de muchos festejos patrios, religiosos o futboleros.

Con su impronta, la plaza se despega de ese trajín cotidiano y representa una extraordinaria estación de alimentación urbana con sus más de cincuenta especies, que incluyen pinos, robles, palos borrachos, madreselvas, jazmines, magnolias, rosales, jacarandás, plátanos, aceres, tipas, palmeras, y gomeros. Ese enorme espacio verde y sus alrededores, todavía conservan encantos de sus antecedentes y continúa siendo testigo del crecimiento de la ciudad.

Recorrer sus senderos internos, una y mil veces, pateando sus piedritas rojas eran desafíos que nunca cansaban. Jugar a la pelota en el antiguo arenero, tratando de esquivar la supervisión del guardián de turno.  Pedirle a mamá algunas monedas para una vuelta en una de las pocas calesitas (es de la década del 50’) que logró sobrevivir a los indolentes caprichos del progreso. Y la presencia señorial de la fuente en su centro, adueñándose de las miradas y los intentos de trepadas de los más pequeños.

Sus caminos anchos son ideales para pasear mascotas. Sus típicos bancos de madera, actúan como inspiradores abrigos de lecturas o de charlas familiares, sin rutinas ni horarios. Una extensión que permite albergar actividades especiales, sobre todo los fines de semana. Esa belleza cotidiana de sus imágenes, todavía siguen revoloteando, entre tanto verde, entre tantas remembranzas.

Distintos roles urbanos

El nombre de la Plaza López refiere a Juan Pablo López, hermano del caudillo santafesino Estanislao López, quien fue gobernador de la provincia de Santa Fe en tres ocasiones, entre los años 1838 y 1858.​ Limita con la cortada Alfonsina Storni, pasaje que recibió esa denominación ya que la reconocida escritora vivió en el barrio, en el primer tramo del siglo XX, entre 1901 y 1910

La plaza ocupó diferentes roles durante el crecimiento de la ciudad. En 1858, se otorgó a la firma Casinelli y Cía. el permiso para instalar en ese predio un Mercado de Frutos, con el nombre de General Juan Pablo López. En ese momento, la actual calle Buenos Aires, era Real; el pasaje Storni, era Cullen; Laprida era Comercio; y Pellegrini todavía no tenía trazado el Bulevar Argentino.

Durante la Guerra del Paraguay, en 1865 se convirtió en corral de caballos y mulas para la provisión del ejército, en punto de partidas de tropas, y en sede de atención de heridos. ​En 1872, ya concluida la guerra, se determinó el trazado de la plaza, se colocó una gran variedad de árboles y comenzó a adoptar el perfil actual.​

En esos años, de esta plaza, partían los primeros “tramway” tirados a caballo, construidos por Carlos Campbell, a instancias de Alfredo Arteaga. En 1888 se construyeron las veredas y en 1927, bajo la intendencia de Manuel Pigneto se colocan mosaicos en los canteros centrales. Y su tradicional fuente, uno de sus símbolos más significativos, es de fundición de hierro fue traída de Europa.

Algunos vecinos recuerdan la curiosa ascensión de un globo aerostático Unión, el 22 de febrero de 1874.​ Otros no se olvidan del paso del Papa Juan Pablo II en su visita en 1987. Muchos siguen recordando antiguas denominaciones como “Plaza de las Carretas” o “Paseo de Arteaga”. Con ese peso histórico, sus particularidades y su esencial propuesta de descanso urbano, sigue siendo un punto de referencia ineludible para el barrio, y para toda la ciudad.

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