Por su relevancia cultural, turística, comercial y demográfica, el Casco Histórico representa una zona de alto valor cívico institucional en Rosario. Las postales y los tesoros patrimoniales del pasado conforman un eje que repasa los orígenes de una ciudad sin fundador y que se convirtió en símbolo distintivo de los primeros rasgos de identidad.
Enmarcado en esa área de extraordinaria carga histórica se encuentra el edificio del diario La Capital (Sarmiento 763), el principal testigo de la transformación de la ciudad. En su 153° aniversario, el decano de la prensa argentina continúa acompañando ese impetuoso proceso y expone una de las saludables costumbres que mantienen los rosarinos.
El trayecto conformado por el Monumento Nacional a la Bandera, con sus esculturas y bajorrelieves; el Pasaje Juramento, con las esculturas de Lola Mora; la plaza 25 de Mayo (Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe y Laprida), con el Palacio de los Leones, la Catedral y la jefatura política (en la actualidad Correo Central); y la tradicional casona que contiene el Museo de Arte Decorativo “Firma y Odilo Estévez”; reconstruye el núcleo del asentamiento original y los primeros pasos de la ciudad a través de un atractivo recorrido por estos emblemáticos edificios y sus promotores.
Vale recordar que, a diferencia de la mayoría de las ciudades importantes del país, Rosario no fue fundada por los españoles en el siglo XVI. Su origen, modesto e impreciso, se remonta a la segunda mitad del siglo XVIII, cuando una población de carácter heterogéneo comenzó a reunirse en torno de una capilla.
Entre esas cuadras de la zona céntrica anida gran parte de esas huellas del pasado, de la memoria y del patrimonio edilicio rosarino. Y también historias de personajes que efectuaron aportes trascendentales al crecimiento de la ciudad, desde antes de la Revolución de Mayo hasta el arribo de los inmigrantes europeos.
Esa zona de importancia histórica tiene en el Monumento a la Bandera (diseñado por Ángel Guido y Alejandro Bustillo e inaugurado en 1957) a un protagonista que ocupa un rol destacado, escoltado por la prepotencia caudalosa del Paraná y sus islas, un parque que aprovecha las bondades escenográficas de la ribera central, y el complejo La Fluvial como válida muestra de la reconciliación con el río y de los nuevos usos urbanos que se aplican en esos sectores.
El Monumento suele albergar las manifestaciones culturales, políticas y futboleras más importantes y, sin dudas, conforma la principal postal de presentación de la ciudad.
A través del Pasaje Juramento, una obra ganada por concurso por los arquitectos rosarinos Alejandro Beltramone, Marcelo Ponzellini y Mariano Costa, el Monumento pudo extenderse hasta la plaza 25 de Mayo, y adquirió todavía mayor vitalidad cívica.
Ese desarrollo se realizó en dos etapas. La primera se inauguró el 7 de octubre de 1997, con un puente peatonal sobre un espejo de agua y desniveles que reunieron las esculturas de Lola Mora, que de esa manera pudo regresar esa obra a ocupar el espacio jerarquizado para el que fue creada.
Luego, el 27 de febrero de 1999, finalizó el segundo tramo del proyecto, que abrió camino entre el Palacio Municipal de Rosario, sede el Ejecutivo local, y el patio de la Catedral, donde descansan los restos de los primeros pobladores del caserío del Pago de los Arroyos, origen de la Rosario actual.
Ese fascinante atravesamiento vincula las piezas más destacadas del casco histórico de la ciudad, y promueve múltiples senderos y miradas.
También, la plaza 25 de Mayo congrega a su alrededor al edificio del Correo Central, obra del arquitecto Ángel Guido (autor también del proyecto del Monumento) y al Museo de Arte Decorativo “Firma y Odilo Estévez”, que contiene muchos de los tesoros de las más antiguas mansiones rosarinas.
Este sector se encuentra inscripto dentro del Distrito Centro, el distrito más poblado de la ciudad. Sus pequeñas calles, sus edificios de valor cultural y arquitectónico, sus teatros, las grandes tiendas, los míticos bares, las peatonales y los bancos, y sus paseos, le otorgan una manera de vivir con ritmo y características propias de este tipo de enclave céntrico. A diario, muchos rosarinos utilizan esa zona para desarrollar sus tareas laborales, compras o trámites.
El casco histórico es la cuna de la ciudad. Y desde allí se animó a crecer Rosario.
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