En el año 1968, es publicada por primera vez, una fábula que se titula “La casa más grande del mundo”, escrita e ilustrada por un maestro de la literatura infantil, el holandés Leo Lionni. El protagonista, un pequeño caracol que sueña con poseer el caparazón más grande que jamás se haya visto, aprende la siguiente moraleja, a través del relato de su sabio abuelo: “Algunas cosas es mejor que sean pequeñas. Mantén tu casa ligera y fácil de transportar.”
Años más tarde, en el 2013, el Metropolitan Museum de Nueva York abordó también la temática de vivir en espacios pequeños, realizando una exposición denominada “MakingRoom”. Entre muchos proyectos arquitectónicos que se presentaron, hubo un experimento, donde cinco personas habitaron en un micro departamento durante un día cada una, bajo la mirada de los visitantes del museo. Los que se animaron al desafío, coincidieron en que se sintieron cómodos y sin ningún inconveniente.
En la actualidad, en oposición a la casa de ensueños que todos alguna vez añoramos, crece a pasos agigantados la oferta
de departamentos de uno y dos ambientes en las ciudades.
El factor económico es una de las variables a tener en cuenta. Menos metros cuadrados implican menor precio de compra y menores gastos en impuestos y mantenimiento.
El cuidado del medio ambiente es otra cuestión que pesa en la elección de vivir en espacios reducidos. El ahorro de energía, la imposibilidad de acumular cosas y una ubicación estratégica dentro de la urbe que nos permita vivir cerca del trabajo, contribuyen a ser sustentables.
Lejos de la idea de sentirse “presos” en 30 o 40 metros cuadrados, los que optan por departamentos chicos alegan a la libertad que ganan para poder enfocar sus energías en otros aspectos de la vida.
A su vez, son propensos a relacionarse más con su entorno y disfrutar de los espacios urbanos.
Hoy, “vivir con menos” se ha vuelto un mantra que defnitivamente influye a la hora de decidirse por una pequeña unidad habitacional.
Marianella Novaira, CI Mat. 1746, Rez de Chaussée