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#Negocios e Inversión

La construcción, resguardo de valor y futuro

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El escenario económico argentino nos llena de sorpresas en forma permanente. Sin caer en hostoricismos, hace seis meses atrás, teníamos tipo de cambio flotante que crecía menos que la inflación, y era negocio tener Lebac.
Después pasamos a tipo de cambio fijo y tasa baja.
Ahora tenemos tipo de cambio flotante que crece más que la inflación, y todos quieren ir al dólar.

La cotización del dólar y las Lebac se parecen más a un electrocardiograma alterado que a un gráfico de un activo financiero.

La Argentina y su volatilidad, son el principal insumo de psicólogos y empresas farmacéuticas que venden pastillas para dormir.

Mientras las tapas de los diarios reflejan el malestar de la política, y la vorágine diaria nos inunda con información financiera, el precio de la vivienda sigue creciendo, sin prisa, pero sin pausa, y se constituye en el principal activo de resguardo de valor, que no invita a sesiones de análisis y te deja dormir tranquilo.

La compra de viviendas en la Argentina ha sido un gran negocio.

En el pasado reciente, cuando era imposible la compra de dólares, la vivienda era el mejor resguardo de valor, se compraba en pesos y se vendía en dólares.
Con la presidencia de Mauricio Macri, las propiedades siguieron siendo un activo deseado por los inversores. El pago de la deuda externa en litigio le permitió al país la apertura financiera mundial, se levantó el cepo, se realizó un exitoso blanqueo, y todo esto sumó para que el suelo se revalorizara en las zonas urbanas, ante una demanda de viviendas que no se detenía.
En los últimos 10 años, la ciudad fue virando a distintos tipos de desarrollos, y apertura de nuevas zonas, que lejos de competir con la construcción tradicional del centro de la ciudad, ensanchó el mercado y permitió una mayor competencia, en un claro beneficio para los consumidores.

La construcción en pozo se consolidó como una gran opción a la hora de invertir.

En primer lugar, porque los inversores confiaron en los desarrolladores y contructores locales, dándoles sus ahorros para la construcción de viviendas.
En segundo lugar, los desarrolladores cumplieron con el compromiso contraído, en un mercado de la construcción muy sano y competente; y en la mayoría de los casos, entre la inversión inicial y la entrega física de la vivienda con escritura, las ganancias eran muy aceptables. En tercer lugar, vivimos una revolución cuando el sector desarrollador dejó de vender en dólares para vender en pesos ajustados por el índice Cámara de la Construcción, parecía que nunca se lograría, pero a la fecha casi la mayoría de los emprendimientos se venden en pesos, en un pasí con una cultura bimonetaria (pesos y dólares).
En cuarto lugar, la variedad de planes de comercialización hizo que muchas empresas, adaptándose al consumidor, lograran distintas formas de financiarse y llevar su negocio adelante. Hubo mucha imaginación, adecuación a la realidad económica e ingenio para adaptarse al contexto.
En quinto lugar, la llegada de los créditos hipotecarios UVA le dio más movilidad al mercado del usuado, y casi sin proponérselo generó un impulso a la unidad en construcción.
En sexto lugar, los créditos hipotecarios para la construcción no fueron un éxito. La tasa de interés en Argentina es elevada, y ello encarece el precio final de la vivienda.

Casi en forma inesperada, los propios inversores prefieren invertir en pozo, confiando en el constructor, ya sea mediante planes tradicionales a 36 meses y los maxi planes a 120 o 240 meses.

Cuando íbamos a imaginar una Argentina con esta financiación, y confiando sólo en el constructor.
Los actores privados, con esfuerzo y creatividad, suplieron a la deficiente política habitacional pública. La Argentina es distintas, los inversores pueden invertir en innumerables instrumentos financieros, Lebac, Letes, Bonar, y hasta en un bono a 100 años. Ya no tenemos prohibición para comprar dólares. Hay crédito hipotecario, prendario y financiamiento productivo. Tenemos un país abierto al mundo.
En este contexto, nuestros clientes siguen eligiendo el ladrillo, siguen apostando por agregar valor en zonas urbanas, buscando viviendas que se adapten a una nueva realidad de mercado, que requiere productos específicos. Con una juventud que valora la funcionalidad y comodidad. Con la mujer como determinante de la elección del lugar donde su familia va a realizar el sueño de la casa propia.

Podemos ver muchas inversiones nuevas, podemos estar abiertos al mundo, pero el ladrillo fue, es y será la inversión preferida por los argentinos, más que el dólar y las Lebac, porque es la inversión que pasa de generación en generación, es la permanencia, es resguardo de valor y te deja dormir tranquilo.

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